Beato Carlos Manuel 33
El Año Litúrgico y Liturgia de las horas
Carlos Manuel, en la comprensión del año litúrgico como Cristo mismo presente en la Iglesia, sigue la encíclica Mediator Dei del papa Pío XII.
Él vivió e hizo vivir Año litúrgico a través de la música, de símbolos litúrgicos y de artes plásticas, entre otros. Todo ello constituye una unidad entre liturgia y vida ordinaria. La casa del Beato estaba llena de símbolos alusivos a cada tiempo litúrgico, por ej.: la corona de adviento, el color violeta del altar de su cuarto, los cantos de acuerdo al tiempo litúrgico, el ayuno de cuaresma, su cirio que encendía en la vigilia pascual y que luego llevaba de la iglesia a su casa, entre otros.
Por otro lado, la participación, vivencia y promoción de la liturgia de las horas fue otro de los empeños de nuestro Beato.
Afirmaba él en su escrito Liturgia base de la vida: “En el Oficio Divino se nos da nueva luz para entender el sentido de la Escritura por medio de los Comentarios de los Santos Padres”.
Carlos Manuel, se hace eco de la llamada a los laicos a descubrir la riqueza de la liturgia de las Horas. Y para su celebración fructuosa se debe buscar diversas formas de participación, por ejemplo que sean adaptados para los laicos o abreviados. Entiende que los seglares también debían iniciarse en la oración oficial de la Iglesia, el Oficio Divino y no ser propiedad exclusiva del clero y los religiosos.
La celebración de la liturgia de las horas tiene su momento y su contexto de oración en el día. La participación en el oficio divino no es un mero cumplir. Es una oración que engrandece y vivifica el interior de los que lo celebran. En su escrito sobre la Vigilia Pascua dice: “Todo esto viene a convertirse en palabras huecas, vacías de sentido, de verdad y de sinceridad cuando Laudes se anticipa a la tarde anterior. ¡No será éste uno de los factores que contribuyen a que el Oficio se torne para muchos en una carga pesada, una obligación dura, y hasta llegue a considerarse como “mero rezo”, quizás como algo demasiado externo, inferior a otras formas “devocionales” de piedad? ¿No es esto lo que hace que el Oficio deje de ser oración viva y cálida y se convierta en algo “frío”, “oficial”, “formal”, “formalista” y “ritualista”? ¿No es esto lo que acaba separando la mente personal de la mente amplia y grande, profunda y misteriosa de la Iglesia expresada sublimemente en su Sagrada Liturgia?”.
(cf. Tesina de licenciatura de Yoni Palomino Bolívar, «Vivimos para esa noche”: Beato Carlos Manuel Rodríguez, Un apóstol contemporáneo de la liturgia).
Carlos Manuel, en la comprensión del año litúrgico como Cristo mismo presente en la Iglesia, sigue la encíclica Mediator Dei del papa Pío XII.
Él vivió e hizo vivir Año litúrgico a través de la música, de símbolos litúrgicos y de artes plásticas, entre otros. Todo ello constituye una unidad entre liturgia y vida ordinaria. La casa del Beato estaba llena de símbolos alusivos a cada tiempo litúrgico, por ej.: la corona de adviento, el color violeta del altar de su cuarto, los cantos de acuerdo al tiempo litúrgico, el ayuno de cuaresma, su cirio que encendía en la vigilia pascual y que luego llevaba de la iglesia a su casa, entre otros.
Por otro lado, la participación, vivencia y promoción de la liturgia de las horas fue otro de los empeños de nuestro Beato.
Afirmaba él en su escrito Liturgia base de la vida: “En el Oficio Divino se nos da nueva luz para entender el sentido de la Escritura por medio de los Comentarios de los Santos Padres”.
Carlos Manuel, se hace eco de la llamada a los laicos a descubrir la riqueza de la liturgia de las Horas. Y para su celebración fructuosa se debe buscar diversas formas de participación, por ejemplo que sean adaptados para los laicos o abreviados. Entiende que los seglares también debían iniciarse en la oración oficial de la Iglesia, el Oficio Divino y no ser propiedad exclusiva del clero y los religiosos.
La celebración de la liturgia de las horas tiene su momento y su contexto de oración en el día. La participación en el oficio divino no es un mero cumplir. Es una oración que engrandece y vivifica el interior de los que lo celebran. En su escrito sobre la Vigilia Pascua dice: “Todo esto viene a convertirse en palabras huecas, vacías de sentido, de verdad y de sinceridad cuando Laudes se anticipa a la tarde anterior. ¡No será éste uno de los factores que contribuyen a que el Oficio se torne para muchos en una carga pesada, una obligación dura, y hasta llegue a considerarse como “mero rezo”, quizás como algo demasiado externo, inferior a otras formas “devocionales” de piedad? ¿No es esto lo que hace que el Oficio deje de ser oración viva y cálida y se convierta en algo “frío”, “oficial”, “formal”, “formalista” y “ritualista”? ¿No es esto lo que acaba separando la mente personal de la mente amplia y grande, profunda y misteriosa de la Iglesia expresada sublimemente en su Sagrada Liturgia?”.
(cf. Tesina de licenciatura de Yoni Palomino Bolívar, «Vivimos para esa noche”: Beato Carlos Manuel Rodríguez, Un apóstol contemporáneo de la liturgia).