María Virgen: Su Importancia en la Familia (3ra parte)
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Sobran méritos para confiar en María la ayuda que necesitamos en nuestra familia, ella asumió perfectamente el papel de madre y esposa, y lo continuó dando este ejemplo a través de toda su vida terrenal.
Cuando nace Jesús, José esposo de María, está presente, dando un gran valor a la presencia directa del esposo en el parto de su mujer, así muchos están hoy en el parto de sus hijos, me parece una actitud gratificante para todo matrimonio. “Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre”. [Lc 2,16]
Los esposos María y José están siempre unidos, cuando su hijo corre peligro por la medida de Herodes de asesinar a los niños, José le da protección a su familia y huye a Egipto y cuando muere Herodes, él los trae de regreso a Nazaret, cuando hay que cumplir con lo dispuesto en las leyes, lo hacen juntos; “Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo con la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor” [Lc 2, 22]
En efecto, la preocupación por la familia, la vida unida de los padres de Jesús está presente en los Evangelios, “Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. [Lc 2, 41]. Lo triste de hoy día, es que los padres salen a actividades que pueden compartir, separados del resto de la familia, no cultivando la riqueza de la vida en común, de la grata compañía de los seres queridos, no dando continuidad a esa forma de ser durante el noviazgo, cuando queremos involucrar a nuestra pareja en todo y no queremos estar en ningún instante separado. “Cuando Jesús cumplió los doce años, subió también con ellos a la fiesta, pues así había de ser” [Lc 2, 22]
La preocupación por los hijos decae cada vez más, ellos salen y no hay preocupación por saber lo que hacen, entonces luego nos encontramos con sorpresas sobre lo que aprenden fuera de casa que no siempre es de buena orientación, cuantos niños se ven abandonados en las calles, cuantos padres no saben lo que sus hijos hacen, parece que muchos y esta irresponsabilidad está trayendo graves consecuencias en la formación, y lo peor es que los hijos al ver que a sus padres no les importa ni lo que piensan, toman actitudes rebeldes difíciles de controlar. Nuevamente los padres de Jesús nos muestran que ellos se sienten angustiado si no saben de su hijo, cuanto Jesús se queda en el templo asombrando a los maestros de la Ley, sus padres lo andaban buscando, le hicieron saber su preocupación; “Sus padres se emocionaron mucho al verlo; su madre le decía: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos». [Lc 2, 48].
La tarea de María como madre, fue siempre abnegada, generosa, nunca pensando en si misma, dio a luz, amamanto, alimento crió y acompañó a Jesús por tres décadas, y cuando su Hijo partió a la casa del Padre, su presencia fue de gran relevancia, y ella asume un nuevo papel de importancia, ser nuestra Madre; “Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.». [Jn 19, 25-27]
Entonces María es hecha nuestra Madre espiritual, esposa ejemplar, ejemplo de vida familiar, y como madre nuestra, ella nos cuida y está con nosotros sus hijos de la misma forma como lo hizo con Jesús, y está dispuesta y siempre lista para oír nuestras súplicas, cada una de nuestras peticiones y elevarlas a su Hijo, y Jesús está dispuesto a acoger lo que le pida su madre. En las bodas de Cana, sucedió que se terminó el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le respondió: «Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? Aún no ha llegado mi hora”. Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga». Había allí seis recipientes de piedra, de los que usan los judíos para sus purificaciones, de unos cien litros de capacidad cada uno. Jesús dijo: «Llenen de agua esos recipientes». Y los llenaron hasta el borde. «Saquen ahora, les dijo, y llévenle al mayordomo». Y ellos se lo llevaron. [Jn 2, 3-8].
«Hagan lo que él les diga», [Jn 2, 4], es lo que debemos recibir de María, esto es sigan las enseñanzas de Jesús, hagamos lo que nos dice Cristo en los Evangelios, es la respuesta inmediata, y es la forma más segura de caminar por buenos caminos, y así ella nos indica cuál es la salvación que necesitamos, buscamos, María no muestra y nos pide ir al Hijo y él nos lleva al Padre.
Toda buena madre es buena esposa, dos requisitos importantes en la familia, y María nos enseña, y además es el medio para llevarnos a Jesús, el cuidó a su hijo y nos cuidará a nosotros, así María adquiere gran importancia en nuestras vidas, especialmente en nuestra vida familiar y la debemos tener en cuenta. No podemos ir a venerar a nuestra Madre, si estamos por otra parte siendo permisivos con la crianza de nuestros hijos, no podemos ir a María si estamos alentando la separación de los esposos, no podemos ir a ella, y no tomarla como modelo de vida familiar, pero si podemos recurrir para pedir su intercesión por nuestras necesidades, especialmente las que María Santísima conoce muy bien, como debe ser una familia.
Recemos a la Virgen María, y pidámosle por la recuperación de la vida familiar, y por la unidad de la familia, nos traerá mucha paz y amor a nuestros corazones. (cf. http://www.diocesisdecanarias.es/formacion/)
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Sobran méritos para confiar en María la ayuda que necesitamos en nuestra familia, ella asumió perfectamente el papel de madre y esposa, y lo continuó dando este ejemplo a través de toda su vida terrenal.
Cuando nace Jesús, José esposo de María, está presente, dando un gran valor a la presencia directa del esposo en el parto de su mujer, así muchos están hoy en el parto de sus hijos, me parece una actitud gratificante para todo matrimonio. “Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre”. [Lc 2,16]
Los esposos María y José están siempre unidos, cuando su hijo corre peligro por la medida de Herodes de asesinar a los niños, José le da protección a su familia y huye a Egipto y cuando muere Herodes, él los trae de regreso a Nazaret, cuando hay que cumplir con lo dispuesto en las leyes, lo hacen juntos; “Asimismo, cuando llegó el día en que, de acuerdo con la Ley de Moisés, debían cumplir el rito de la purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor” [Lc 2, 22]
En efecto, la preocupación por la familia, la vida unida de los padres de Jesús está presente en los Evangelios, “Los padres de Jesús iban todos los años a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. [Lc 2, 41]. Lo triste de hoy día, es que los padres salen a actividades que pueden compartir, separados del resto de la familia, no cultivando la riqueza de la vida en común, de la grata compañía de los seres queridos, no dando continuidad a esa forma de ser durante el noviazgo, cuando queremos involucrar a nuestra pareja en todo y no queremos estar en ningún instante separado. “Cuando Jesús cumplió los doce años, subió también con ellos a la fiesta, pues así había de ser” [Lc 2, 22]
La preocupación por los hijos decae cada vez más, ellos salen y no hay preocupación por saber lo que hacen, entonces luego nos encontramos con sorpresas sobre lo que aprenden fuera de casa que no siempre es de buena orientación, cuantos niños se ven abandonados en las calles, cuantos padres no saben lo que sus hijos hacen, parece que muchos y esta irresponsabilidad está trayendo graves consecuencias en la formación, y lo peor es que los hijos al ver que a sus padres no les importa ni lo que piensan, toman actitudes rebeldes difíciles de controlar. Nuevamente los padres de Jesús nos muestran que ellos se sienten angustiado si no saben de su hijo, cuanto Jesús se queda en el templo asombrando a los maestros de la Ley, sus padres lo andaban buscando, le hicieron saber su preocupación; “Sus padres se emocionaron mucho al verlo; su madre le decía: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo hemos estado muy angustiados mientras te buscábamos». [Lc 2, 48].
La tarea de María como madre, fue siempre abnegada, generosa, nunca pensando en si misma, dio a luz, amamanto, alimento crió y acompañó a Jesús por tres décadas, y cuando su Hijo partió a la casa del Padre, su presencia fue de gran relevancia, y ella asume un nuevo papel de importancia, ser nuestra Madre; “Cerca de la cruz de Jesús estaba su madre, con María, la hermana de su madre, esposa de Cleofás, y María de Magdala. Jesús, al ver a la Madre y junto a ella al discípulo que más quería, dijo a la Madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Después dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquel momento el discípulo se la llevó a su casa.». [Jn 19, 25-27]
Entonces María es hecha nuestra Madre espiritual, esposa ejemplar, ejemplo de vida familiar, y como madre nuestra, ella nos cuida y está con nosotros sus hijos de la misma forma como lo hizo con Jesús, y está dispuesta y siempre lista para oír nuestras súplicas, cada una de nuestras peticiones y elevarlas a su Hijo, y Jesús está dispuesto a acoger lo que le pida su madre. En las bodas de Cana, sucedió que se terminó el vino preparado para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino». Jesús le respondió: «Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? Aún no ha llegado mi hora”. Pero su madre dijo a los sirvientes: «Hagan lo que él les diga». Había allí seis recipientes de piedra, de los que usan los judíos para sus purificaciones, de unos cien litros de capacidad cada uno. Jesús dijo: «Llenen de agua esos recipientes». Y los llenaron hasta el borde. «Saquen ahora, les dijo, y llévenle al mayordomo». Y ellos se lo llevaron. [Jn 2, 3-8].
«Hagan lo que él les diga», [Jn 2, 4], es lo que debemos recibir de María, esto es sigan las enseñanzas de Jesús, hagamos lo que nos dice Cristo en los Evangelios, es la respuesta inmediata, y es la forma más segura de caminar por buenos caminos, y así ella nos indica cuál es la salvación que necesitamos, buscamos, María no muestra y nos pide ir al Hijo y él nos lleva al Padre.
Toda buena madre es buena esposa, dos requisitos importantes en la familia, y María nos enseña, y además es el medio para llevarnos a Jesús, el cuidó a su hijo y nos cuidará a nosotros, así María adquiere gran importancia en nuestras vidas, especialmente en nuestra vida familiar y la debemos tener en cuenta. No podemos ir a venerar a nuestra Madre, si estamos por otra parte siendo permisivos con la crianza de nuestros hijos, no podemos ir a María si estamos alentando la separación de los esposos, no podemos ir a ella, y no tomarla como modelo de vida familiar, pero si podemos recurrir para pedir su intercesión por nuestras necesidades, especialmente las que María Santísima conoce muy bien, como debe ser una familia.
Recemos a la Virgen María, y pidámosle por la recuperación de la vida familiar, y por la unidad de la familia, nos traerá mucha paz y amor a nuestros corazones. (cf. http://www.diocesisdecanarias.es/formacion/)
María Virgen: Su Importancia en la Familia (2da parte)
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Dios eligió a una mujer que con su actitud nos demostró que efectivamente era digna de ser Madre de Dios, y con esto nos damos cuenta como para Dios todos somos importantes, y que para Él no es preferente el nivel socio-económico de sus hijos, y así la mujer que da a luz al Hijo de Dios, es sencilla y simple, pero muy importante para EL, así lo explica San Lucas [Lc, 1,28-29-30-31] Llegó el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús.
Así, quedo fuera de toda duda que María fue favorecida y muy importante para Dios y luego para todo el mundo, y ella desde que recibió la visita del ángel en la anunciación, demostró su amor y fidelidad al Padre. Pureza e inocencia de corazón quedo a la vista del ángel Gabriel, es así como María dijo al ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?» [Lc 1,34] y el ángel le contesto: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. María, dispuesta a totalmente a Dios, responde: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho». [Lc 1,38], de esta forma María nos enseñó su fe y su obediencia.
María nos muestra su humildad, su respeto y amor a Dios, con su obediencia, y lo hizo a través de toda su vida, y acompaño a su Hijo con lealtad y amor en todos los momentos, allí estuvo ella al pie de la cruz, hasta el último segundo, a pesar de que muchos ya habían abandonado a su Hijo. María participó en el plan de Dios para nuestra salvación al ser Madre de Jesús, porque no ver en ella entonces la ayuda necesaria para la salvación de los males de la familia, como esposa y madre modelo, acompañado de un ejemplo de esposo, San José, también ejemplo de padre con su hijo.
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Dios eligió a una mujer que con su actitud nos demostró que efectivamente era digna de ser Madre de Dios, y con esto nos damos cuenta como para Dios todos somos importantes, y que para Él no es preferente el nivel socio-económico de sus hijos, y así la mujer que da a luz al Hijo de Dios, es sencilla y simple, pero muy importante para EL, así lo explica San Lucas [Lc, 1,28-29-30-31] Llegó el ángel hasta ella y le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. María quedó muy conmovida al oír estas palabras, y se preguntaba qué significaría tal saludo. Pero el ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado el favor de Dios. Concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, al que pondrás el nombre de Jesús.
Así, quedo fuera de toda duda que María fue favorecida y muy importante para Dios y luego para todo el mundo, y ella desde que recibió la visita del ángel en la anunciación, demostró su amor y fidelidad al Padre. Pureza e inocencia de corazón quedo a la vista del ángel Gabriel, es así como María dijo al ángel: «¿Cómo puede ser eso, si yo soy virgen?» [Lc 1,34] y el ángel le contesto: «El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el niño santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios. María, dispuesta a totalmente a Dios, responde: «Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho». [Lc 1,38], de esta forma María nos enseñó su fe y su obediencia.
María nos muestra su humildad, su respeto y amor a Dios, con su obediencia, y lo hizo a través de toda su vida, y acompaño a su Hijo con lealtad y amor en todos los momentos, allí estuvo ella al pie de la cruz, hasta el último segundo, a pesar de que muchos ya habían abandonado a su Hijo. María participó en el plan de Dios para nuestra salvación al ser Madre de Jesús, porque no ver en ella entonces la ayuda necesaria para la salvación de los males de la familia, como esposa y madre modelo, acompañado de un ejemplo de esposo, San José, también ejemplo de padre con su hijo.
María Virgen: Su Importancia en la Familia (1ra parte)
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Estamos siendo testigo de una de las situaciones más tristes del ser humano, la peor pesadilla y la más dolorosa, esta es la agonía del matrimonio, y lo más increíble son las soluciones que le estamos dando, que lo único que hace es aumentar la pena y el sufrimiento angustioso de todos sus miembros.
Si fuéramos capaces de mirar como ha tratado Dios a la familia, y seguir ese modelo familiar en forma consecuente, podríamos recuperar la salud del matrimonio y ser testigo del fin de la angustia y el temor de muchos hombres, mujeres y niños. Cuando Dios preparó el plan de salvación de los hombres, nos envió a su Hijo y lo hizo como parte de una familia y como hijo de María.
En efecto, Jesús podría haber aparecido de otra forma, haber sido encontrado como un niño abandonado, haber sido adoptado por los esposos José y María, o haber llegado como un peregrino, pero Dios no lo quiso así, el nació como todos, de una mujer. Además, nació en el mismo pueblo que pecó contra Dios, para confirmar el carácter de Redentor para recuperar y salvar a los hombres.
Dios le otorgo un gran valor a la familia, Jesús nace de una mujer, es alimentado y cuidado en el seno de ella, y creció como lo hacen muchos niños, con amor familiar entregado por sus padres, la Virgen María y San José, y no puede ser de otra forma, porque el ambiente más apropiado para el crecimiento, formación y desarrollo emocional de un niño es la familia y especialmente con una vida ordenada, fiel, de mutua preocupación y cuidado, e intenso amor.
Las escuelas entregan la instrucción educacional de un niño, pero los ejemplos de cómo vivir en el amor se aprenden en la familia, con respeto de los padres a los hijos y estos a sus padres, que son nuestro prójimo más inmediato, entonces como consecuencia aprendemos a cumplir los mandatos de Dios, como honrar padre y madre, no matar dando luz a todo ser que se está concibiendo, no deseando la mujer del prójimo con ejemplos de fidelidad conyugal, amando al prójimo como a nosotros mismos, actitudes básicas que demuestran que entendemos que lo primero es amar a Dios sobre todas las cosas.
En efecto, en la familia nace y reside el más apropiado sitio para aprender todos los buenos valores con los cuales ha de vivir alguien que ama a Dios, entonces la organización social de los hombres tiene su sitio más importante en la familia, allí el amor enseña la diferencia de lo bueno y lo malo con lo cual se enfrentará el hombre en el ambiente externo, en una unión matrimonial fuerte se implanta desde muy temprana edad firmemente los valores con los cuales los hombres aprenderán a convivir en forma armoniosa en la sociedad.
La pérdida progresiva de las cualidades morales va produciendo la agonía de la familia, la ausencia de interés por la vida familiar va debilitando cada vez más esta institución del matrimonio que viene de Dios, adoptando de esta forma una actitud irreverente, a lo cual no podemos ser permisivos.
Entonces, así como el padre, la madre cumple el más importante papel de su vida al participar en la familia, por ella se desarrolla y se forma un niño, entregándole no solo las necesidades básicas, también las del amor, que es la fuente de vida de todo ser. Es así como Dios pensó como debía formarse su Hijo, es así como también le entregó a la mujer un don especial, la maternidad, pero no solo para engendrar, sino que para formar, educar, cuidar y participar activamente en la primera etapa de vida de sus hijos.
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Estamos siendo testigo de una de las situaciones más tristes del ser humano, la peor pesadilla y la más dolorosa, esta es la agonía del matrimonio, y lo más increíble son las soluciones que le estamos dando, que lo único que hace es aumentar la pena y el sufrimiento angustioso de todos sus miembros.
Si fuéramos capaces de mirar como ha tratado Dios a la familia, y seguir ese modelo familiar en forma consecuente, podríamos recuperar la salud del matrimonio y ser testigo del fin de la angustia y el temor de muchos hombres, mujeres y niños. Cuando Dios preparó el plan de salvación de los hombres, nos envió a su Hijo y lo hizo como parte de una familia y como hijo de María.
En efecto, Jesús podría haber aparecido de otra forma, haber sido encontrado como un niño abandonado, haber sido adoptado por los esposos José y María, o haber llegado como un peregrino, pero Dios no lo quiso así, el nació como todos, de una mujer. Además, nació en el mismo pueblo que pecó contra Dios, para confirmar el carácter de Redentor para recuperar y salvar a los hombres.
Dios le otorgo un gran valor a la familia, Jesús nace de una mujer, es alimentado y cuidado en el seno de ella, y creció como lo hacen muchos niños, con amor familiar entregado por sus padres, la Virgen María y San José, y no puede ser de otra forma, porque el ambiente más apropiado para el crecimiento, formación y desarrollo emocional de un niño es la familia y especialmente con una vida ordenada, fiel, de mutua preocupación y cuidado, e intenso amor.
Las escuelas entregan la instrucción educacional de un niño, pero los ejemplos de cómo vivir en el amor se aprenden en la familia, con respeto de los padres a los hijos y estos a sus padres, que son nuestro prójimo más inmediato, entonces como consecuencia aprendemos a cumplir los mandatos de Dios, como honrar padre y madre, no matar dando luz a todo ser que se está concibiendo, no deseando la mujer del prójimo con ejemplos de fidelidad conyugal, amando al prójimo como a nosotros mismos, actitudes básicas que demuestran que entendemos que lo primero es amar a Dios sobre todas las cosas.
En efecto, en la familia nace y reside el más apropiado sitio para aprender todos los buenos valores con los cuales ha de vivir alguien que ama a Dios, entonces la organización social de los hombres tiene su sitio más importante en la familia, allí el amor enseña la diferencia de lo bueno y lo malo con lo cual se enfrentará el hombre en el ambiente externo, en una unión matrimonial fuerte se implanta desde muy temprana edad firmemente los valores con los cuales los hombres aprenderán a convivir en forma armoniosa en la sociedad.
La pérdida progresiva de las cualidades morales va produciendo la agonía de la familia, la ausencia de interés por la vida familiar va debilitando cada vez más esta institución del matrimonio que viene de Dios, adoptando de esta forma una actitud irreverente, a lo cual no podemos ser permisivos.
Entonces, así como el padre, la madre cumple el más importante papel de su vida al participar en la familia, por ella se desarrolla y se forma un niño, entregándole no solo las necesidades básicas, también las del amor, que es la fuente de vida de todo ser. Es así como Dios pensó como debía formarse su Hijo, es así como también le entregó a la mujer un don especial, la maternidad, pero no solo para engendrar, sino que para formar, educar, cuidar y participar activamente en la primera etapa de vida de sus hijos.
María en la Lumen Gentium
Tomado del artículo de Michael F. Hull, New York
El capítulo VIII de la Lumen Gentium (52-69) propuso un momento crucial en la reflexión sobre la Beata Virgen María. Después de un amplio debate, el Concilio cambió completamente las bases de la Mariología, a través de dos hechos. Primero, el Concilio no ofreció un documento separado resaltando así el hecho que la futura Mariología no debería mantenerse apartada de otros énfasis teológicos.
Segundo, el Concilio incluyó sus instrucciones relativamente breves sobre María en Lumen Gentium - la Constitución Dogmática de la Iglesia. La Mariología ha sido así colocada en un contexto de la Palabra Encarnada y el Cuerpo Místico sin pretender una doctrina nueva sobre María o retardando la reflexión teológica (LG 54).
A pesar de que Pablo VI, con su exhortación apostólica Marialis cultus (2 de Febrero, 1974) y otros escritos, había tratado de despertar una comprensión más profunda, la Iglesia tuvo que esperar casi un cuarto de siglo para estimular el interés de los teólogos en la Mariología con la Carta encíclica Redemptoris mater (25 de marzo 1987) de Juan Pablo II.
El hecho de haber incluido la interpretación de María en Lumen gentium, antes que en un documento distinto dedicado a la Mariología, fue objeto de un largo debate durante el Concilio. En su fase inicial, lo que en definitiva llegó a ser el capítulo VIII de la Lumen Gentium.
Se ignora el hecho que la decisión final del Concilio no ha sido una concesión frente a la verdad teológica, sino una decisión de indudable importancia sobre el papel de María en la revelación de Jesucristo. Esto significa que el Concilio hace notar claramente que no quiso ofrecer una completa exposición teológica sobre la Mariología, ni tuvo la intención de decidir sobre algunas cuestiones que entonces eran objeto de debate entre los teólogos (LG, n.54). Nos toca recordar que el capítulo VIII de la Lumen gentium es apenas una exposición atenuada sobre María.
Según Juan Pablo II, el capítulo VIII de la Lumen gentium es “en cierto sentido, una magna charta de la Mariología para nuestra era” (Discurso en ocasión de la Audiencia general del 2 de Mayo 1979). El énfasis del Concilio Vaticano sobre el papel de María en la Iglesia y su papel en la historia de la salvación (pasada, presente y futura) incluida en la Lumen Gentium, es el impulso para una reflexión teológica renovadora. El Concilio trató de despertar nuevamente la Mariología, enfocando tanto la función integral de María como la del Redentor, para volver a fundar su importante papel en la misión de la Iglesia y restablecer una devoción cultural sacándola del ámbito pasivo y proponiéndola como ejemplo activo.
No sorprende saber que en el capítulo VIII de la Lumen gentium no haya ninguna enseñanza nueva sobre María. Sin embargo, encontramos un resumen de los acuerdos de lo que la Iglesia sostenía a lo largo del tiempo. María es colocada al interior del misterio de la salvación (LG 52). Además, María es “acogida preferentemente y como parte totalmente única de la Iglesia” (LG 53). Sea el Viejo que el Nuevo Testamento dan testimonio de su papel en la historia de la salvación (LG 55). Por gracia divina, María nació sin pecado original; su libre cooperación en los planes salvíficos de Dios la rinde “madre de los vivientes” (LG 56). María está con el Señor y al lado de éste desde su nacimiento, en su ministerio público y en su crucifixión; ella se queda con sus apóstoles hasta que reciben el Espíritu Santo y, finalmente, ella es admitida en el Cielo (LG 57-59). El papel de María, como madre de los hombres y madre del orden de la gracia, proviene de su papel de madre de Jesucristo, el Mediador y Redentor; su intercesión sigue ejercitándose ahora en el Cielo y por lo tanto ella “es invocada en la Iglesia bajo los títulos de Defensor, Ayudante, Benefactora y Mediadora” (LG 60-62). En efecto, es su maternidad que la hace un ejemplo en la Iglesia, y es hacia ella que se dirigen los miembros de la Iglesia “siendo modelo de las virtudes”, mientras crecen en la fe, en la esperanza y la caridad (LG 63-65). “María ha sido, con las gracias, exaltada sobre los ángeles y los hombres y colocada en un segundo lugar, después de su Hijo”, Ésta es la razón del culto que se ha desarrollado en su honor y este culto ha sido fomentado, aún si no hay que exagerar, de tal manera que su misma función de intercesión podría seguir ser promovido por “la gloria de la Sagrada en indivisible Trinidad (LG 66-69).
En consecuencia, el capítulo VIII de la Lumen gentium reitera lo que la Iglesia siempre ha creído: que la elección de María, la libre cooperación y la intercesión evocan la máxima gloria de Dios.
Ya que la plena Revelación de Dios para su pueblo es Jesucristo y su Iglesia, es perfectamente sentido que el papel de María en el plan salvífico de Dios, sea incluido en una constitución dogmática que proclama a Cristo y su Iglesia cual la luz para todas las naciones.
Tomado del artículo de Michael F. Hull, New York
El capítulo VIII de la Lumen Gentium (52-69) propuso un momento crucial en la reflexión sobre la Beata Virgen María. Después de un amplio debate, el Concilio cambió completamente las bases de la Mariología, a través de dos hechos. Primero, el Concilio no ofreció un documento separado resaltando así el hecho que la futura Mariología no debería mantenerse apartada de otros énfasis teológicos.
Segundo, el Concilio incluyó sus instrucciones relativamente breves sobre María en Lumen Gentium - la Constitución Dogmática de la Iglesia. La Mariología ha sido así colocada en un contexto de la Palabra Encarnada y el Cuerpo Místico sin pretender una doctrina nueva sobre María o retardando la reflexión teológica (LG 54).
A pesar de que Pablo VI, con su exhortación apostólica Marialis cultus (2 de Febrero, 1974) y otros escritos, había tratado de despertar una comprensión más profunda, la Iglesia tuvo que esperar casi un cuarto de siglo para estimular el interés de los teólogos en la Mariología con la Carta encíclica Redemptoris mater (25 de marzo 1987) de Juan Pablo II.
El hecho de haber incluido la interpretación de María en Lumen gentium, antes que en un documento distinto dedicado a la Mariología, fue objeto de un largo debate durante el Concilio. En su fase inicial, lo que en definitiva llegó a ser el capítulo VIII de la Lumen Gentium.
Se ignora el hecho que la decisión final del Concilio no ha sido una concesión frente a la verdad teológica, sino una decisión de indudable importancia sobre el papel de María en la revelación de Jesucristo. Esto significa que el Concilio hace notar claramente que no quiso ofrecer una completa exposición teológica sobre la Mariología, ni tuvo la intención de decidir sobre algunas cuestiones que entonces eran objeto de debate entre los teólogos (LG, n.54). Nos toca recordar que el capítulo VIII de la Lumen gentium es apenas una exposición atenuada sobre María.
Según Juan Pablo II, el capítulo VIII de la Lumen gentium es “en cierto sentido, una magna charta de la Mariología para nuestra era” (Discurso en ocasión de la Audiencia general del 2 de Mayo 1979). El énfasis del Concilio Vaticano sobre el papel de María en la Iglesia y su papel en la historia de la salvación (pasada, presente y futura) incluida en la Lumen Gentium, es el impulso para una reflexión teológica renovadora. El Concilio trató de despertar nuevamente la Mariología, enfocando tanto la función integral de María como la del Redentor, para volver a fundar su importante papel en la misión de la Iglesia y restablecer una devoción cultural sacándola del ámbito pasivo y proponiéndola como ejemplo activo.
No sorprende saber que en el capítulo VIII de la Lumen gentium no haya ninguna enseñanza nueva sobre María. Sin embargo, encontramos un resumen de los acuerdos de lo que la Iglesia sostenía a lo largo del tiempo. María es colocada al interior del misterio de la salvación (LG 52). Además, María es “acogida preferentemente y como parte totalmente única de la Iglesia” (LG 53). Sea el Viejo que el Nuevo Testamento dan testimonio de su papel en la historia de la salvación (LG 55). Por gracia divina, María nació sin pecado original; su libre cooperación en los planes salvíficos de Dios la rinde “madre de los vivientes” (LG 56). María está con el Señor y al lado de éste desde su nacimiento, en su ministerio público y en su crucifixión; ella se queda con sus apóstoles hasta que reciben el Espíritu Santo y, finalmente, ella es admitida en el Cielo (LG 57-59). El papel de María, como madre de los hombres y madre del orden de la gracia, proviene de su papel de madre de Jesucristo, el Mediador y Redentor; su intercesión sigue ejercitándose ahora en el Cielo y por lo tanto ella “es invocada en la Iglesia bajo los títulos de Defensor, Ayudante, Benefactora y Mediadora” (LG 60-62). En efecto, es su maternidad que la hace un ejemplo en la Iglesia, y es hacia ella que se dirigen los miembros de la Iglesia “siendo modelo de las virtudes”, mientras crecen en la fe, en la esperanza y la caridad (LG 63-65). “María ha sido, con las gracias, exaltada sobre los ángeles y los hombres y colocada en un segundo lugar, después de su Hijo”, Ésta es la razón del culto que se ha desarrollado en su honor y este culto ha sido fomentado, aún si no hay que exagerar, de tal manera que su misma función de intercesión podría seguir ser promovido por “la gloria de la Sagrada en indivisible Trinidad (LG 66-69).
En consecuencia, el capítulo VIII de la Lumen gentium reitera lo que la Iglesia siempre ha creído: que la elección de María, la libre cooperación y la intercesión evocan la máxima gloria de Dios.
Ya que la plena Revelación de Dios para su pueblo es Jesucristo y su Iglesia, es perfectamente sentido que el papel de María en el plan salvífico de Dios, sea incluido en una constitución dogmática que proclama a Cristo y su Iglesia cual la luz para todas las naciones.
La verdadera devoción a María
Por: San Luis María Grignion de Montfort | Fuente: www.mercaba.org
La verdadera devoción debe ser: interior, tierna, santa, constante y desinteresada.
a. Devoción interior
Procede del espíritu y del corazón, de la estima que se tiene de ella, de la alta idea que nos hemos formado de sus grandezas y del amor que le tenemos.
b. Devoción tierna
Hace que recurras a la Santísima Virgen en todas tus necesidades materiales y espirituales con gran sencillez, confianza y ternura e implores la ayuda de tu bondadosa Madre en todo tiempo, lugar y circunstancia.
en las dudas, para que te esclarezca;
en los extravíos, para que te convierta al buen camino; en las tentaciones, para que te sostenga;
en las debilidades, para que te fortalezca;
en los desalientos; para que te reanime;
en los escrúpulos, para que te libre de ellos;
en las cruces, afanes y contratiempos de la vida, para que te consuele, y finalmente,
en todas las dificultades materiales y espirituales, María en tu recurso ordinario, sin temor de importunar a tu bondadosa Madre ni desagradar a Jesucristo.
c. Devoción santa
Es decir, lleva a evitar el pecado e imitar las virtudes de la Santísima Virgen y, en particular, su humildad, fe, obediencia, oración, mortificación, pureza, caridad, paciencia, dulzura y sabiduría.
d. Devoción constante
Consolida en el bien y hace que no abandones fácilmente las prácticas de devoción. Te anima para que puedas oponerte a lo mundano y sus costumbres y máximas; a lo carnal y sus molestias y pasiones; al diablo y sus tentaciones. Si eres verdaderamente devoto de María, huirán de ti la veleidad, la melancolía, los escrúpulos y la cobardía. Lo que no quiere decir que no caigas algunas veces, pero, si caes, te levantarás, tendiendo la mano a tu bondadosa a Madre, si pierdes el gusto y la devoción sensible, no te acongojarás por ello. Porque, el justo y fiel devoto de María vive de la fe de Jesús y de María y no de los sentimientos.
e. Devoción desinteresada
Es decir, te inspirará no buscarte a ti mismo, sino a Dios en su Santísima Madre. El verdadero devoto de María no sirve a esta augusta Reina por interés, sino únicamente porque Ella merece ser servida y Dios en Ella. Ama a María, pero no por los favores que recibe o espera recibir de Ella, sino porque Ella es amable. Por esto la ama y sirve con la misma fidelidad en los sinsabores y sequedades que en las dulzuras y fervores sensibles. La ama lo mismo en el Calvario que en las bodas de Caná.
Por: San Luis María Grignion de Montfort | Fuente: www.mercaba.org
La verdadera devoción debe ser: interior, tierna, santa, constante y desinteresada.
a. Devoción interior
Procede del espíritu y del corazón, de la estima que se tiene de ella, de la alta idea que nos hemos formado de sus grandezas y del amor que le tenemos.
b. Devoción tierna
Hace que recurras a la Santísima Virgen en todas tus necesidades materiales y espirituales con gran sencillez, confianza y ternura e implores la ayuda de tu bondadosa Madre en todo tiempo, lugar y circunstancia.
en las dudas, para que te esclarezca;
en los extravíos, para que te convierta al buen camino; en las tentaciones, para que te sostenga;
en las debilidades, para que te fortalezca;
en los desalientos; para que te reanime;
en los escrúpulos, para que te libre de ellos;
en las cruces, afanes y contratiempos de la vida, para que te consuele, y finalmente,
en todas las dificultades materiales y espirituales, María en tu recurso ordinario, sin temor de importunar a tu bondadosa Madre ni desagradar a Jesucristo.
c. Devoción santa
Es decir, lleva a evitar el pecado e imitar las virtudes de la Santísima Virgen y, en particular, su humildad, fe, obediencia, oración, mortificación, pureza, caridad, paciencia, dulzura y sabiduría.
d. Devoción constante
Consolida en el bien y hace que no abandones fácilmente las prácticas de devoción. Te anima para que puedas oponerte a lo mundano y sus costumbres y máximas; a lo carnal y sus molestias y pasiones; al diablo y sus tentaciones. Si eres verdaderamente devoto de María, huirán de ti la veleidad, la melancolía, los escrúpulos y la cobardía. Lo que no quiere decir que no caigas algunas veces, pero, si caes, te levantarás, tendiendo la mano a tu bondadosa a Madre, si pierdes el gusto y la devoción sensible, no te acongojarás por ello. Porque, el justo y fiel devoto de María vive de la fe de Jesús y de María y no de los sentimientos.
e. Devoción desinteresada
Es decir, te inspirará no buscarte a ti mismo, sino a Dios en su Santísima Madre. El verdadero devoto de María no sirve a esta augusta Reina por interés, sino únicamente porque Ella merece ser servida y Dios en Ella. Ama a María, pero no por los favores que recibe o espera recibir de Ella, sino porque Ella es amable. Por esto la ama y sirve con la misma fidelidad en los sinsabores y sequedades que en las dulzuras y fervores sensibles. La ama lo mismo en el Calvario que en las bodas de Caná.