Cómo aprovechar más la santa misa
1. Respetar la integridad de la celebración. La misa incluye toda la celebración por eso debemos llegar a tiempo.
2. Saludar a Jesús sacramentado al llegar haciendo una genuflexión, que nos prepara a la misa que comenzará dentro de poco. Así reconocemos la presencia permanente de Jesús en la eucaristía en el tabernáculo.
3. Situarnos lo más cerca posible del altar, venerarlo con una profunda y pausada inclinación.
4. Hacer un examen preparatorio y si no estamos en disposición de comulgar, acercarnos al confesionario para recibir la reconciliación.
5. Vivir conscientemente el acto penitencial de la misa, no rutinariamente.
6. Escuchar atentamente la Palabra de Dios, deseando lo que el Señor quiere decirnos a través de ella. Ponerle la reverente atención que merece su proclamación, y no dejemos que nada ni nadie nos distraiga, pues es Dios quien nos está hablando.
7. Repensar la homilía.
8. ¡Ojo con el ofertorio! La misa es un sacrificio, y por tanto la ofrenda es un momento esencial. Ese momento no es pausa en mitad de la liturgia y debemos asociarnos a lo que el sacerdote hace en el altar.
9. Arrodillarse, si puede, en la consagración (a partir de la epíclesis) pues por medio del sacerdote, Cristo va a obrar el gran milagro de transformar el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre, junto con su alma y divinidad, toda su persona. ¿Es que es posible asistir a algo así con otra actitud que no sea de adoración?
10. Rezar bien el Padrenuestro. Es una oración tan habitual que podemos convertirla en un rezo rutinario.
11. Al dar la paz vivamos adecuadamente ese rito, deseando la paz de Cristo de verdad.
12. "No soy digno". Lo decimos antes de comulgar, y es verdad. Por eso recuerda hacer un silencioso recogimiento previo a ese momento, pues el fruto que recibamos estará en proporción directa a nuestra disponibilidad y preparación.
13. Sería bueno, si podemos, quedarnos recogidos A solas con Jesús unos momentos después de la Misa para dar gracias por los dones recibidos.
2. Saludar a Jesús sacramentado al llegar haciendo una genuflexión, que nos prepara a la misa que comenzará dentro de poco. Así reconocemos la presencia permanente de Jesús en la eucaristía en el tabernáculo.
3. Situarnos lo más cerca posible del altar, venerarlo con una profunda y pausada inclinación.
4. Hacer un examen preparatorio y si no estamos en disposición de comulgar, acercarnos al confesionario para recibir la reconciliación.
5. Vivir conscientemente el acto penitencial de la misa, no rutinariamente.
6. Escuchar atentamente la Palabra de Dios, deseando lo que el Señor quiere decirnos a través de ella. Ponerle la reverente atención que merece su proclamación, y no dejemos que nada ni nadie nos distraiga, pues es Dios quien nos está hablando.
7. Repensar la homilía.
8. ¡Ojo con el ofertorio! La misa es un sacrificio, y por tanto la ofrenda es un momento esencial. Ese momento no es pausa en mitad de la liturgia y debemos asociarnos a lo que el sacerdote hace en el altar.
9. Arrodillarse, si puede, en la consagración (a partir de la epíclesis) pues por medio del sacerdote, Cristo va a obrar el gran milagro de transformar el pan y el vino en su Cuerpo y Sangre, junto con su alma y divinidad, toda su persona. ¿Es que es posible asistir a algo así con otra actitud que no sea de adoración?
10. Rezar bien el Padrenuestro. Es una oración tan habitual que podemos convertirla en un rezo rutinario.
11. Al dar la paz vivamos adecuadamente ese rito, deseando la paz de Cristo de verdad.
12. "No soy digno". Lo decimos antes de comulgar, y es verdad. Por eso recuerda hacer un silencioso recogimiento previo a ese momento, pues el fruto que recibamos estará en proporción directa a nuestra disponibilidad y preparación.
13. Sería bueno, si podemos, quedarnos recogidos A solas con Jesús unos momentos después de la Misa para dar gracias por los dones recibidos.