Santos con devoción a San José
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San José, maestro de la vida interior, guía de santos
Son muchos los santos que han venerado y tratado con devoción y cariño a San José. Sin embargo, San José es un caso excepcional en la Biblia: un santo al que no se le escucha ni una sola palabra. Fue un hombre que cumplió aquel mandato del profeta antiguo: «Sean pocas tus palabras«. Quizás Dios ha permitido que de tan grande amigo del Señor no se conserve ni una sola palabra, para enseñarnos a amar también nosotros en silencio. «San José, Patrono de la Vida interior, enséñanos a orar, a sufrir y a callar». Te traemos algunos de los santos más devotos a San José con el propósito de que tú también te hagas amigo suyo y acudas a pedirle ayuda en las distintas circunstancias de tu vida.
Santa Teresa de Jesús y su devoción a San José
La curación de Santa Teresa por la intercesión de San José:
Cuando Santa Teresa de Jesús tenía 27 años, se encontraba postrada en la cama, sin poder andar. A veces se arrastraba por el suelo. Estaba viviendo por aquel entonces en el monasterio de la Encarnación. Sale de la clausura para ser curada. Se recurre a todos los medios posibles en aquel momento. Regresa a Ávila sin haber logrado mejora alguna. Se llega a tal extremo de gravedad que incluso llegan a darle por muerta. Tenía que ser ayudada por las enfermeras para todo. Tras varios años así, en estas circunstancias, recurre a San José y su vida va volviendo a la normalidad poco a poco.
Desde este momento la devoción a san José y su familiaridad con él, va a marcar un hito en su vida. Partiendo de esta realidad escribe Teresa:
«Tomé por abogado y señor al glorioso san José, y encomendéme mucho a él. Comencé a hacer devociones de Misas y cosas muy aprobadas de oraciones, y tomé por abogado a san José,,,; y él hizo, como quien es, que pudiese levantarme y andar y no estar tullida”, (Libro de la Vida 6).
Las frases más destacadas de Santa Teresa sobre San José:
Partiendo de esta experiencia tan decisiva en su vida, va a recomendar la devoción a San José y su poderosa intercesión. El Esposo de María va a ser un abogado e intercesor en todos los contratiempos. San José será un personaje familiar y entrañable en el hogar teresiano.
1. “No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer”.
2. “Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma”.
3. “A otros parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas”.
4. “Querría yo persuadir a todos fuesen muy devotos de este glorioso Santo, por la experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios que no la vea más aprovechada en la virtud, porque aprovecha en gran manera las almas que a él se encomiendan”.
5. “Sólo pido por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción”.
San Josemaría Escrivá y su cariño y confianza en San José
El agradecimiento a San José, protector de Jesús en el Sagrario
En el centro del Opus Dei de la calle Ferraz, nº 50 tuvieron lugar muchos episodios importantes de la vida de san Josemaría. Se acrecentó su devoción a San José tras recibir un paquete con todos los ornamentos y objetos del oratorio que necesitaba el 18 de marzo de 1935.
San Alfonso María de Ligorio y su amor al esposo de María
«¿Cuánto no es también de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?».
José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quién Jesús conversaba y oraba. José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos.
«Consideremos la vida santa que José llevó en compañía de Jesús y de María. En aquella familia no se preocupaban más que de dar gloria a Dios: sus únicos pensamientos y deseos eran complacer a Dios: sus únicos argumentos eran referentes al amor que los hombres deben a Dios y que Dios trae a los hombres, especialmente al haber enviado a la tierra a su Hijo único y morir en un mar de dolores y desprecios para la salvación de la humanidad«.
Seis años hubieron de transcurrir antes de que se realizara el sueño de San Josemaría de tener un oratorio con el correspondiente Sagrario en el primer centro del Opus Dei. Para superar los obstáculos, recurrió a San José:
«En el fondo de mi alma tenía ya esta devoción a San José, que os he inculcado. Me acordaba de aquel otro José, al que —siguiendo el consejo del Faraón— acudían los egipcios cuando padecían hambre de buen pan: ite ad Joseph! (Génesis 41,55), id a José a que os dé el trigo. Comencé a pedir a San José que nos concediera el primer Sagrario».
El 31 de marzo de 1935 celebró la Santa Misa con el oratorio lleno de jóvenes. Escribió: «y se quedó su divina Majestad reservado, dejándonos bien cumplidos los deseos de tantos años» (desde 1928).
Desde entonces, la llave que custodia los sagrarios de los centros del Opus Dei llevan una cadena y una medalla acuñada con la imagen de San José: “Ite ad Ioseph”, grabada en el envés. Es el agradecimiento y el cariño materializado de San Josemaría al Patrono de la Iglesia universal por traerles a Cristo Eucaristía.
¿Cómo imaginaba San Josemaría a San José?
“Yo me lo imagino joven, fuerte, quizá con algunos años más que Nuestra Señora, pero en la plenitud de la edad y de la energía humana. Sabemos que no era una persona rica: era un trabajador, como millones de otros hombres en todo el mundo; ejercía el oficio fatigoso y humilde que Dios había escogido para sí, al tomar nuestra carne y al querer vivir treinta años como uno más entre nosotros.
La Sagrada Escritura dice que José era artesano. Varios Padres añaden que fue carpintero. De las narraciones evangélicas se desprende la gran personalidad humana de José: en ningún momento se nos aparece como un hombre apocado o asustado ante la vida; al contrario, sabe enfrentarse con los problemas, salir adelante en las situaciones difíciles, asumir con responsabilidad e iniciativa las tareas que se le encomiendan”. (Es Cristo que pasa, n. 40).
San Juan Bosco y San José, el protector de los trabajadores
“Entre las prácticas de piedad en honor de este gran patriarca, esposo de María, padre nutricio de Jesucristo, Santa Teresa recomienda mucho, como eficaz medio para obtenernos su protección, el dedicarle todo el mes de marzo (,,,).
Invocándolo también con jaculatorias. Por ejemplo, durante el estudio decid en vuestro corazón: San José, ruega por mí; ayudadme a ocupar bien el tiempo de estudio y de clase. Si os viene alguna tentación: San José, ruega por mí. Al levantaros por la mañana: Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía. Al acostaros: Jesús José y María, asistidme en mi última agonía.
No olvidéis que es el protector de todos los trabajadores y que lo es también de los jóvenes que estudian. Porque el estudio es trabajo.”
Palabras de algunos santos sobre San José
P. Ángel Peña O.A.R.
San José, el más santo de los santos
Decía san Efrén (306-372): Nadie puede alabar dignamente a José.
San Juan Crisóstomo (+407) afirma con relación a san José: No pienses, oh José, que por haber sido concebido Cristo por obra del Espíritu Santo, puedes tú ser ajeno a esta divina economía. Pues, aunque es cierto que no tienes parte alguna en su generación y la madre permanece Virgen intacta, sin embargo, todo cuanto corresponde al oficio de padre, sin que atente en modo alguno contra la virginidad, todo te es dado a ti. Tú le pondrás el nombre al hijo, pues tú harás con él las veces de padre. De ahí que, empezando por la imposición del nombre, te uno íntimamente con el que va a nacer.
Santa Brígida (+1373), la gran mística, en sus Revelaciones, dice que un día le dijo la Virgen María: José me sirvió tan fielmente que jamás oí de su boca una sola palabra de lisonja ni de murmuración ni de ira, pues era muy paciente, cuidadoso en su trabajo y, cuando era necesario, suave con los que reprendía, obediente en servirme, pronto defensor de mi virginidad, fidelísimo testigo de las maravillas de Dios. Igualmente, estaba tan muerto al mundo y a la carne que no deseaba más que las cosas celestiales.
San Francisco de Sales escribía a santa Juana de Chantal el 19 de marzo de 1614: San José es el santo de nuestro corazón, el padre de mi vida y de mi amor.
San Leonardo de Puerto Maurizio (+1751) decía: Honrad a Jesús, José y María. Grabad en vuestro corazón con letras de oro esos tres nombres celestiales, pronunciadlos a menudo, escribidlos en todas partes. Repetid, muchas veces al día esos nombres sagrados, y que estén también en vuestros labios en el último suspiro.
Dice santa Faustina Kowalska (1905-1938): San José me ha pedido tenerle una devoción continua. Él mismo me ha dicho que rece diariamente tres veces el Padrenuestro, Avemaría y Gloria y el “Acordaos” (que se reza en la Congregación). Me ha mirado con gran cordialidad y me ha hecho conocer lo mucho que apoya esta Obra (de la misericordia) y me ha prometido su ayuda especialísima y su protección. Rezo diariamente estas oraciones pedidas y siento su especial protección.
San Alberto Magno (1193-1280) dice que la utilidad del matrimonio de María y José para el mundo es para que todos los cristianos tengan a la Virgen por madre y a san José por padre de sus almas89. Por eso, nosotros podemos llamar a san José nuestro padre, como lo han llamado muchos santos y nosotros podemos seguir su ejemplo.
San Juan XXIII, apenas elegido Papa, ordenó que en la basílica del Vaticano, el altar de san José fuera especialmente adornado y embellecido. En ese altar se celebra cada día una misa por la paz del mundo. Durante el concilio Vaticano II lo nombró patrono del concilio y estableció que en el canon romano de la misa, memorial perpetuo de la redención, se incluyera su nombre junto al de María, y antes de los apóstoles, de los sumos Pontífices y de los mártires.
San José, maestro de la vida interior, guía de santos
Son muchos los santos que han venerado y tratado con devoción y cariño a San José. Sin embargo, San José es un caso excepcional en la Biblia: un santo al que no se le escucha ni una sola palabra. Fue un hombre que cumplió aquel mandato del profeta antiguo: «Sean pocas tus palabras«. Quizás Dios ha permitido que de tan grande amigo del Señor no se conserve ni una sola palabra, para enseñarnos a amar también nosotros en silencio. «San José, Patrono de la Vida interior, enséñanos a orar, a sufrir y a callar». Te traemos algunos de los santos más devotos a San José con el propósito de que tú también te hagas amigo suyo y acudas a pedirle ayuda en las distintas circunstancias de tu vida.
Santa Teresa de Jesús y su devoción a San José
La curación de Santa Teresa por la intercesión de San José:
Cuando Santa Teresa de Jesús tenía 27 años, se encontraba postrada en la cama, sin poder andar. A veces se arrastraba por el suelo. Estaba viviendo por aquel entonces en el monasterio de la Encarnación. Sale de la clausura para ser curada. Se recurre a todos los medios posibles en aquel momento. Regresa a Ávila sin haber logrado mejora alguna. Se llega a tal extremo de gravedad que incluso llegan a darle por muerta. Tenía que ser ayudada por las enfermeras para todo. Tras varios años así, en estas circunstancias, recurre a San José y su vida va volviendo a la normalidad poco a poco.
Desde este momento la devoción a san José y su familiaridad con él, va a marcar un hito en su vida. Partiendo de esta realidad escribe Teresa:
«Tomé por abogado y señor al glorioso san José, y encomendéme mucho a él. Comencé a hacer devociones de Misas y cosas muy aprobadas de oraciones, y tomé por abogado a san José,,,; y él hizo, como quien es, que pudiese levantarme y andar y no estar tullida”, (Libro de la Vida 6).
Las frases más destacadas de Santa Teresa sobre San José:
Partiendo de esta experiencia tan decisiva en su vida, va a recomendar la devoción a San José y su poderosa intercesión. El Esposo de María va a ser un abogado e intercesor en todos los contratiempos. San José será un personaje familiar y entrañable en el hogar teresiano.
1. “No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer”.
2. “Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo como de alma”.
3. “A otros parece les dio el Señor gracia para socorrer en una necesidad; a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas”.
4. “Querría yo persuadir a todos fuesen muy devotos de este glorioso Santo, por la experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios que no la vea más aprovechada en la virtud, porque aprovecha en gran manera las almas que a él se encomiendan”.
5. “Sólo pido por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción”.
San Josemaría Escrivá y su cariño y confianza en San José
El agradecimiento a San José, protector de Jesús en el Sagrario
En el centro del Opus Dei de la calle Ferraz, nº 50 tuvieron lugar muchos episodios importantes de la vida de san Josemaría. Se acrecentó su devoción a San José tras recibir un paquete con todos los ornamentos y objetos del oratorio que necesitaba el 18 de marzo de 1935.
San Alfonso María de Ligorio y su amor al esposo de María
«¿Cuánto no es también de creer aumentase la santidad de José el trato familiar que tuvo con Jesucristo en el tiempo que vivieron juntos?».
José durante esos treinta años fue el mejor amigo, el compañero de trabajo con quién Jesús conversaba y oraba. José escuchaba las palabras de Vida Eterna de Jesús, observaba su ejemplo de perfecta humildad, de paciencia, y de obediencia, aceptaba siempre la ayuda servicial de Jesús en los quehaceres y responsabilidades diarios. Por todo esto, no podemos dudar que mientras José vivió en la compañía de Jesús, creció tanto en méritos y santificación que aventajó a todos los santos.
«Consideremos la vida santa que José llevó en compañía de Jesús y de María. En aquella familia no se preocupaban más que de dar gloria a Dios: sus únicos pensamientos y deseos eran complacer a Dios: sus únicos argumentos eran referentes al amor que los hombres deben a Dios y que Dios trae a los hombres, especialmente al haber enviado a la tierra a su Hijo único y morir en un mar de dolores y desprecios para la salvación de la humanidad«.
Seis años hubieron de transcurrir antes de que se realizara el sueño de San Josemaría de tener un oratorio con el correspondiente Sagrario en el primer centro del Opus Dei. Para superar los obstáculos, recurrió a San José:
«En el fondo de mi alma tenía ya esta devoción a San José, que os he inculcado. Me acordaba de aquel otro José, al que —siguiendo el consejo del Faraón— acudían los egipcios cuando padecían hambre de buen pan: ite ad Joseph! (Génesis 41,55), id a José a que os dé el trigo. Comencé a pedir a San José que nos concediera el primer Sagrario».
El 31 de marzo de 1935 celebró la Santa Misa con el oratorio lleno de jóvenes. Escribió: «y se quedó su divina Majestad reservado, dejándonos bien cumplidos los deseos de tantos años» (desde 1928).
Desde entonces, la llave que custodia los sagrarios de los centros del Opus Dei llevan una cadena y una medalla acuñada con la imagen de San José: “Ite ad Ioseph”, grabada en el envés. Es el agradecimiento y el cariño materializado de San Josemaría al Patrono de la Iglesia universal por traerles a Cristo Eucaristía.
¿Cómo imaginaba San Josemaría a San José?
“Yo me lo imagino joven, fuerte, quizá con algunos años más que Nuestra Señora, pero en la plenitud de la edad y de la energía humana. Sabemos que no era una persona rica: era un trabajador, como millones de otros hombres en todo el mundo; ejercía el oficio fatigoso y humilde que Dios había escogido para sí, al tomar nuestra carne y al querer vivir treinta años como uno más entre nosotros.
La Sagrada Escritura dice que José era artesano. Varios Padres añaden que fue carpintero. De las narraciones evangélicas se desprende la gran personalidad humana de José: en ningún momento se nos aparece como un hombre apocado o asustado ante la vida; al contrario, sabe enfrentarse con los problemas, salir adelante en las situaciones difíciles, asumir con responsabilidad e iniciativa las tareas que se le encomiendan”. (Es Cristo que pasa, n. 40).
San Juan Bosco y San José, el protector de los trabajadores
“Entre las prácticas de piedad en honor de este gran patriarca, esposo de María, padre nutricio de Jesucristo, Santa Teresa recomienda mucho, como eficaz medio para obtenernos su protección, el dedicarle todo el mes de marzo (,,,).
Invocándolo también con jaculatorias. Por ejemplo, durante el estudio decid en vuestro corazón: San José, ruega por mí; ayudadme a ocupar bien el tiempo de estudio y de clase. Si os viene alguna tentación: San José, ruega por mí. Al levantaros por la mañana: Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía. Al acostaros: Jesús José y María, asistidme en mi última agonía.
No olvidéis que es el protector de todos los trabajadores y que lo es también de los jóvenes que estudian. Porque el estudio es trabajo.”
Palabras de algunos santos sobre San José
P. Ángel Peña O.A.R.
San José, el más santo de los santos
Decía san Efrén (306-372): Nadie puede alabar dignamente a José.
San Juan Crisóstomo (+407) afirma con relación a san José: No pienses, oh José, que por haber sido concebido Cristo por obra del Espíritu Santo, puedes tú ser ajeno a esta divina economía. Pues, aunque es cierto que no tienes parte alguna en su generación y la madre permanece Virgen intacta, sin embargo, todo cuanto corresponde al oficio de padre, sin que atente en modo alguno contra la virginidad, todo te es dado a ti. Tú le pondrás el nombre al hijo, pues tú harás con él las veces de padre. De ahí que, empezando por la imposición del nombre, te uno íntimamente con el que va a nacer.
Santa Brígida (+1373), la gran mística, en sus Revelaciones, dice que un día le dijo la Virgen María: José me sirvió tan fielmente que jamás oí de su boca una sola palabra de lisonja ni de murmuración ni de ira, pues era muy paciente, cuidadoso en su trabajo y, cuando era necesario, suave con los que reprendía, obediente en servirme, pronto defensor de mi virginidad, fidelísimo testigo de las maravillas de Dios. Igualmente, estaba tan muerto al mundo y a la carne que no deseaba más que las cosas celestiales.
San Francisco de Sales escribía a santa Juana de Chantal el 19 de marzo de 1614: San José es el santo de nuestro corazón, el padre de mi vida y de mi amor.
San Leonardo de Puerto Maurizio (+1751) decía: Honrad a Jesús, José y María. Grabad en vuestro corazón con letras de oro esos tres nombres celestiales, pronunciadlos a menudo, escribidlos en todas partes. Repetid, muchas veces al día esos nombres sagrados, y que estén también en vuestros labios en el último suspiro.
Dice santa Faustina Kowalska (1905-1938): San José me ha pedido tenerle una devoción continua. Él mismo me ha dicho que rece diariamente tres veces el Padrenuestro, Avemaría y Gloria y el “Acordaos” (que se reza en la Congregación). Me ha mirado con gran cordialidad y me ha hecho conocer lo mucho que apoya esta Obra (de la misericordia) y me ha prometido su ayuda especialísima y su protección. Rezo diariamente estas oraciones pedidas y siento su especial protección.
San Alberto Magno (1193-1280) dice que la utilidad del matrimonio de María y José para el mundo es para que todos los cristianos tengan a la Virgen por madre y a san José por padre de sus almas89. Por eso, nosotros podemos llamar a san José nuestro padre, como lo han llamado muchos santos y nosotros podemos seguir su ejemplo.
San Juan XXIII, apenas elegido Papa, ordenó que en la basílica del Vaticano, el altar de san José fuera especialmente adornado y embellecido. En ese altar se celebra cada día una misa por la paz del mundo. Durante el concilio Vaticano II lo nombró patrono del concilio y estableció que en el canon romano de la misa, memorial perpetuo de la redención, se incluyera su nombre junto al de María, y antes de los apóstoles, de los sumos Pontífices y de los mártires.