Sobre el Bautismo...
...de la catequesis del Papa Francisco sobre el Bautismo del 2 de agosto de 2017
“ […] Los antiguos ritos del Bautismo preveían que los catecúmenos emitiesen la primera parte de su profesión de fe teniendo la mirada hacia occidente. Y en aquella pose eran interrogados: «¿Renunciáis a Satanás, a su servicio y a sus obras?» — Y los futuros cristianos repetían en coro: «¡Renuncio!». Luego se dirigía hacia el ábside, en dirección a oriente, donde nace la luz, y los candidatos al Bautismo eran interrogados de nuevo: «¿Creéis en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?». Y esta vez respondían: «¡Creo!»…
¿Qué quiere decir ser cristianos? Quiere decir mirar a la luz, continuar a hacer la profesión de fe en la luz, incluso cuando el mundo está envuelto por la noche y las tinieblas.
Los cristianos no están exentos de las tinieblas, externas e internas. No viven fuera del mundo, pero, por la gracia de Cristo recibida en el Bautismo, son hombres y mujeres «orientados»: no creen en la oscuridad, sino en la claridad del día; no sucumben a la noche, sino que esperan la aurora; no son derrotados por la muerte, sino que anhelan el resurgir; no están plegados por el mal, porque confían siempre en las infinitas posibilidades del bien. Y esta es nuestra esperanza cristiana. La luz de Jesús, la salvación que nos lleva a Jesús con su luz y que nos salva de las tinieblas.
Nosotros somos quienes creen que Dios es Padre: ¡esta es la luz! No somos huérfanos, tenemos un Padre y nuestro Padre es Dios. Creemos que Jesús descendió en medio de nosotros, caminó en nuestra misma vida, haciéndose compañero sobre todo de los más pobres y frágiles: ¡esta es la luz! Creemos que el Espíritu Santo obra sin descanso por el bien de la humanidad y del mundo, e incluso los dolores más grandes de la historia serán superados: ¡esta es la esperanza que nos despierta cada mañana! Creemos que cada ser querido, cada amistad, cada buen deseo, cada amor, incluso los más pequeños y descuidados, un día encontrarán su cumplimiento en Dios: ¡esta es la fuerza que nos empuja a abrazar con entusiasmo nuestra vida de todos los días! Y esta es nuestra esperanza: vivir en la esperanza y vivir en la luz, en la luz de Dios Padre, en la luz de Jesús Salvador, en la luz del Espíritu Santo que nos empuja a seguir adelante en la vida.
Luego hay otro signo muy bonito de la liturgia bautismal que nos recuerda la importancia de la luz. Al finalizar el rito, a los padres —si es un niño— o al mismo bautizado —si es adulto— se le entrega una vela, cuya llama se enciende del cirio pascual. Se trata del gran cirio que en la noche de Pascua entra en la iglesia completamente a oscuras, para manifestar el misterio de la Resurrección de Jesús; de ese cirio todos encienden la propia vela y transmiten la llama a los que están cerca: en ese signo está la lenta propagación de la Resurrección de Jesús en las vidas de todos los cristianos [...]
Qué gracia cuando un cristiano se convierte verdaderamente en un «cristo-foro», es decir ¡«portador de Jesús» por el mundo! Sobre todo por quienes están atravesando situaciones de luto, de desesperación, de tinieblas y de odio[…] En el futuro, cuando se escriba la historia de nuestros días, ¿qué se dirá de nosotros? ¿Que hemos sido capaces de esperanza, o que hemos ocultado nuestra luz? Si seremos fieles a nuestro Bautismo, difundiremos la luz de la esperanza, el Bautismo es el inicio de la esperanza, la esperanza de Dios y podremos transmitir a las generaciones futuras razones de vida.”
...de las enseñanzas del Beato Carlos Manuel Rodríguez
La liturgia es tan sobrenatural que puede decirse que ella existe realmente en nosotros, que está impresa en nosotros como una consecuencia del sacramento del Bautismo y el de la Confirmación.
“ […] Los antiguos ritos del Bautismo preveían que los catecúmenos emitiesen la primera parte de su profesión de fe teniendo la mirada hacia occidente. Y en aquella pose eran interrogados: «¿Renunciáis a Satanás, a su servicio y a sus obras?» — Y los futuros cristianos repetían en coro: «¡Renuncio!». Luego se dirigía hacia el ábside, en dirección a oriente, donde nace la luz, y los candidatos al Bautismo eran interrogados de nuevo: «¿Creéis en Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo?». Y esta vez respondían: «¡Creo!»…
¿Qué quiere decir ser cristianos? Quiere decir mirar a la luz, continuar a hacer la profesión de fe en la luz, incluso cuando el mundo está envuelto por la noche y las tinieblas.
Los cristianos no están exentos de las tinieblas, externas e internas. No viven fuera del mundo, pero, por la gracia de Cristo recibida en el Bautismo, son hombres y mujeres «orientados»: no creen en la oscuridad, sino en la claridad del día; no sucumben a la noche, sino que esperan la aurora; no son derrotados por la muerte, sino que anhelan el resurgir; no están plegados por el mal, porque confían siempre en las infinitas posibilidades del bien. Y esta es nuestra esperanza cristiana. La luz de Jesús, la salvación que nos lleva a Jesús con su luz y que nos salva de las tinieblas.
Nosotros somos quienes creen que Dios es Padre: ¡esta es la luz! No somos huérfanos, tenemos un Padre y nuestro Padre es Dios. Creemos que Jesús descendió en medio de nosotros, caminó en nuestra misma vida, haciéndose compañero sobre todo de los más pobres y frágiles: ¡esta es la luz! Creemos que el Espíritu Santo obra sin descanso por el bien de la humanidad y del mundo, e incluso los dolores más grandes de la historia serán superados: ¡esta es la esperanza que nos despierta cada mañana! Creemos que cada ser querido, cada amistad, cada buen deseo, cada amor, incluso los más pequeños y descuidados, un día encontrarán su cumplimiento en Dios: ¡esta es la fuerza que nos empuja a abrazar con entusiasmo nuestra vida de todos los días! Y esta es nuestra esperanza: vivir en la esperanza y vivir en la luz, en la luz de Dios Padre, en la luz de Jesús Salvador, en la luz del Espíritu Santo que nos empuja a seguir adelante en la vida.
Luego hay otro signo muy bonito de la liturgia bautismal que nos recuerda la importancia de la luz. Al finalizar el rito, a los padres —si es un niño— o al mismo bautizado —si es adulto— se le entrega una vela, cuya llama se enciende del cirio pascual. Se trata del gran cirio que en la noche de Pascua entra en la iglesia completamente a oscuras, para manifestar el misterio de la Resurrección de Jesús; de ese cirio todos encienden la propia vela y transmiten la llama a los que están cerca: en ese signo está la lenta propagación de la Resurrección de Jesús en las vidas de todos los cristianos [...]
Qué gracia cuando un cristiano se convierte verdaderamente en un «cristo-foro», es decir ¡«portador de Jesús» por el mundo! Sobre todo por quienes están atravesando situaciones de luto, de desesperación, de tinieblas y de odio[…] En el futuro, cuando se escriba la historia de nuestros días, ¿qué se dirá de nosotros? ¿Que hemos sido capaces de esperanza, o que hemos ocultado nuestra luz? Si seremos fieles a nuestro Bautismo, difundiremos la luz de la esperanza, el Bautismo es el inicio de la esperanza, la esperanza de Dios y podremos transmitir a las generaciones futuras razones de vida.”
...de las enseñanzas del Beato Carlos Manuel Rodríguez
La liturgia es tan sobrenatural que puede decirse que ella existe realmente en nosotros, que está impresa en nosotros como una consecuencia del sacramento del Bautismo y el de la Confirmación.