Beato Carlos Manuel 32
La participación en la liturgia (8)
La música sacra forma parte esencial en el ars celebrandi y una de las formas en que los fieles participan activamente en la misa y otras celebraciones litúrgicas. El Beato sabe que la música y los cánticos ayudan a participar, pero hay que saberlo hacer de tal manera que no hagan lo contrario. En la cata al nuevo párroco de Caguas le dice:
“Se ha de notar además que si en alguna parte existe la costumbre de tocar el órgano durante la Misa rezada, sin que los fieles participen en la Misa, bien sea con oraciones en común, o bien con cantos, se ha de reprobar la costumbre de tocar sin interrupción el órgano, el armonium u otro instrumento musical. Por tanto tales instrumentos deben callar: a) Desde la llegada del celebrante al altar hasta el Ofertorio. b) Desde los primeros versículos del Prefacio hasta el Sanctus inclusive. c) Desde la oración dominical hasta el Agnus Dei inclusive; a la Confesión general antes de la Comunión de los fieles; mientras se reza la Postcommunio y mientras se da la bendición al final de la Misa”.
Ya enseñaba que los cantos en la Eucaristía son provechosos con tal de que guarden:
“...PLENA CONSONANCIA CON CADA UNA DE LAS PARTES DE LA MISA. Es decir, que si se canta al entrar el sacerdote al altar, el canto tiene que ser un verdadero canto de entrada o INTROITO. Si se canta durante el Ofertorio, lo cual es muy apropiado, tiene que ser un canto de Ofertorio, o, siguiendo el patrón de la Liturgia, un salmo o canto alusivo a la festividad del día. En este caso no podría cantarse, por ejemplo, un Ave María en este momento de la Misa, a no ser que fuese una festividad de la Santísima Virgen (lo mismo se aplica a la Misa cantada). Si se canta durante la Comunión, tiene que ser un canto de Comunión, y no otra cosa. Además, hay momentos durante la Misa en que no se puede cantar nada, ni siquiera tocar el órgano. Estos momentos son aquellos en que se supone que haya diálogo entre el sacerdote y el pueblo (aunque de hecho no hubiese el diálogo), durante la lectura de la Epístola y el Evangelio, durante las oraciones comunitarias (Gloria, Credo, Sanctus-Benedictus, Agnus Dei). Durante la Gloria, el Credo, Sanctus-Benedictus y el Agnus Dei parece que podría cantarse algún canto corto que expresara los mismos sentimientos de esas oraciones, pero no podría tocarse el órgano si no hubiese esos cantos. Tampoco puede tocarse o cantarse durante las oraciones sacerdotales, como la Colecta, la Poscomunión, el Prefacio, el Canon”.
Cuando esto no se da podemos caer en el peligro de hacer la misa un concierto sacro, pero no una celebración. Ese peligro que veía Carlos Manuel en los años precedentes a la renovación litúrgica, aún se puede dar por falta de formación y buenos criterios litúrgicos.
(cf. Tesina de licenciatura de Yoni Palomino Bolívar, «Vivimos para esa noche”: Beato Carlos Manuel Rodríguez, Un apóstol contemporáneo de la liturgia).
La música sacra forma parte esencial en el ars celebrandi y una de las formas en que los fieles participan activamente en la misa y otras celebraciones litúrgicas. El Beato sabe que la música y los cánticos ayudan a participar, pero hay que saberlo hacer de tal manera que no hagan lo contrario. En la cata al nuevo párroco de Caguas le dice:
“Se ha de notar además que si en alguna parte existe la costumbre de tocar el órgano durante la Misa rezada, sin que los fieles participen en la Misa, bien sea con oraciones en común, o bien con cantos, se ha de reprobar la costumbre de tocar sin interrupción el órgano, el armonium u otro instrumento musical. Por tanto tales instrumentos deben callar: a) Desde la llegada del celebrante al altar hasta el Ofertorio. b) Desde los primeros versículos del Prefacio hasta el Sanctus inclusive. c) Desde la oración dominical hasta el Agnus Dei inclusive; a la Confesión general antes de la Comunión de los fieles; mientras se reza la Postcommunio y mientras se da la bendición al final de la Misa”.
Ya enseñaba que los cantos en la Eucaristía son provechosos con tal de que guarden:
“...PLENA CONSONANCIA CON CADA UNA DE LAS PARTES DE LA MISA. Es decir, que si se canta al entrar el sacerdote al altar, el canto tiene que ser un verdadero canto de entrada o INTROITO. Si se canta durante el Ofertorio, lo cual es muy apropiado, tiene que ser un canto de Ofertorio, o, siguiendo el patrón de la Liturgia, un salmo o canto alusivo a la festividad del día. En este caso no podría cantarse, por ejemplo, un Ave María en este momento de la Misa, a no ser que fuese una festividad de la Santísima Virgen (lo mismo se aplica a la Misa cantada). Si se canta durante la Comunión, tiene que ser un canto de Comunión, y no otra cosa. Además, hay momentos durante la Misa en que no se puede cantar nada, ni siquiera tocar el órgano. Estos momentos son aquellos en que se supone que haya diálogo entre el sacerdote y el pueblo (aunque de hecho no hubiese el diálogo), durante la lectura de la Epístola y el Evangelio, durante las oraciones comunitarias (Gloria, Credo, Sanctus-Benedictus, Agnus Dei). Durante la Gloria, el Credo, Sanctus-Benedictus y el Agnus Dei parece que podría cantarse algún canto corto que expresara los mismos sentimientos de esas oraciones, pero no podría tocarse el órgano si no hubiese esos cantos. Tampoco puede tocarse o cantarse durante las oraciones sacerdotales, como la Colecta, la Poscomunión, el Prefacio, el Canon”.
Cuando esto no se da podemos caer en el peligro de hacer la misa un concierto sacro, pero no una celebración. Ese peligro que veía Carlos Manuel en los años precedentes a la renovación litúrgica, aún se puede dar por falta de formación y buenos criterios litúrgicos.
(cf. Tesina de licenciatura de Yoni Palomino Bolívar, «Vivimos para esa noche”: Beato Carlos Manuel Rodríguez, Un apóstol contemporáneo de la liturgia).