Lectio Divina
Seguimos leyendo las palabras que Jesús dirigió a sus discípulos en la Última Cena. En el Evangelio del domingo pasado (Jn 15, 1-8), Jesús había expuesto, con la alegoría de la vid, lo que hoy lo dice con otras palabras. Nos descubre el secreto más íntimo que le movió en toda su vida: el amor.
Experimenta en ti mismo el gran amor que Dios te tiene. Siéntete invadido por ese océano que viene desde la intimidad de Dios. Recuerda la hermosa definición de la Trinidad que dio san Agustín: “El Padre es el Amante, el Hijo es el Amado, el Espíritu Santo es el Amor”. Tú estás sumergido en ese circuito del Amor que va del Padre al Hijo y que llega hasta ti, por el don del Espíritu, que es el Amor. «¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? Porque estoy seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni otras fuerzas sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de cualquier clase, ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro» (Rom 8, 35-39).
Gracias, Jesús, por el Amor que en mí has sembrado. Gracias, porque me siento hermano tuyo, y me has dado la mayor prueba de que me amas: el haberte entregado a la muerte por mí. Gracias, Padre, porque pensaste en mí con tu gran amor antes de la creación del mundo. Gracias, Espíritu. Tú eres el amor vivo, injertado en mi vida, que mueves mis pasos para que trasmita ese amor a mis hermanos.
toda la Trinidad, en ese circuito de vida entre los Tres divinos, que es el Amor. A Jesús que viene a la tierra con su mejor regalo: el Amor. A Jesús que nos recomienda vivir y trasmitir el Amor. Al Espíritu que llega hasta ti para decirte las palabras del Padre: Tú eres mi hijo predilecto.
Agradece al Señor el Amor recibido y, en momentos difíciles, experimenta ese infinito Amor con que te envuelve la Trinidad. Escucha con frecuencia en tu interior: “¡Permanece en mi amor!”